Paidahue significa en mapudungun “un lugar en la cordillera” y es que, efectivamente, este centro educativo se asienta en las faldas de la Cordillera de Los Andes en la Región Metropolitana. En este lugar, muchos años después desde su origen en los setenta, se siguen desplegando sueños de niños y niñas entre el viento cordillerano y entre añosos árboles frutales que entregan historia a través de sus frutos, huertos y un invernadero que nos permite sembrar y cosechar durante todo el año. Tenemos un espacioso terreno que permite que los párvulos jueguen al aire libre bajo los rayos del sol que se asoman por la montaña y se asombren con diferentes escenarios naturales que invitan a explorar y aprender.
A fines del año 2021, nos encontrábamos regresando a la presencialidad después de la pandemia del coronavirus, cuando un viernes por la tarde acudió a nuestro jardín infantil un padre con su hijo, quién saltaba y gritaba buscando poder mirar desde la reja de entrada hacia el interior del establecimiento; alcanzábamos a ver su mollera y pelo castaño. Luego, cuando los recibimos, el papá nos solicitó una vacante para su hijo, quien tenía en ese entonces dos años. Aunque contábamos con cupo, el hombre nos advirtió que G. tenía diagnóstico TEA (Trastornos de Espectro Autista) y con temor nos preguntó si igualmente lo podíamos recibir. Nuestra respuesta fue inmediata y positiva para G. No había ningún impedimento para recibirlo. El agradecimiento y la emoción de aquel papá fueron conmovedores. Su hijo, a sus cortos años, había visto cerradas muchas puertas por poseer dicha condición.