Extractos del libro Apego Espacial, La Lugaridad en el Aprendizaje, de Ediciones de la JUNJI. Autor: Myriam Pilowsky, arquitecto. Dibujo de portada: Ámbar Araya, del Jardín Infantil “Trompito de 7 colores”, de Casablanca.
Texto publicado en la edición de marzo de 2017 de Le Monde Diplomatique.
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En el mundo de la Educación Parvularia se habla de apego en referencia al vínculo temprano de niñas y niños, con una o un adulto significativo, lo cual es considerado clave para el desarrollo posterior de las y los párvulos. Empecé a buscar información para entender esto del apego y vengo a plantear que existe otro apego el cual he denominado Apego Espacial.
Sin duda que ambos apegos se complementan y eso lo demostraré en el desarrollo de estas palabras, que reflejan lo que hay que considerar, sobre todo al ingreso de los párvulos por primera vez a un jardín infantil, un lugar donde tendrán que establecer una lugaridad, que alude al proceso de apropiación de un espacio al cual miraremos con detención.
Definitivamente el apego espacial existe y pareciera que su ingrediente principal es el registro que vamos construyendo del lugar en nuestra memoria. Es un tipo de apego o podríamos decirle familiaridad, identidad o cobijo.
Hay un cúmulo de sensaciones que hacen que uno perciba el apego espacial.
La identidad
Nos interesa recorrer la identidad del jardín en una huella más intimista; aquella que se asocia a una gestualidad o a un determinado movimiento. Un establecimiento con un sello físico nítido va a redundar en tener niñas y niños probablemente con más autoestima y por otro lado, este sello, es importante para acentuar el apego espacial que ellas y ellos van a establecer con su Unidad Educativa.
Las proporciones o la inmensidad del espacio
Muchas veces, cuando evocamos algún lugar que frecuentábamos en nuestra infancia, y al visitarlo hoy como adultos, nos sorprendemos, ya que lo recordábamos mucho más grande de lo que en realidad es. Aquello ocurre porque nosotros éramos pequeños y a esa edad todo nos parecía una inmensidad.
El filósofo Gastón Bachelard, reflexiona en su libro “La Poética del Espacio” en cómo se evoca la casa natal, poniendo acento en el desván y el sótano como íconos de los rincones que más se vivencian, principalmente, en la literatura. Niñas y niños sabrán encontrar su rincón favorito, homologable al desván.
El autor nos hace reflexionar acerca de cómo la imaginación, cuyas imágenes son previas a la elaboración cognitiva de determinado espacio, hace que vivamos nuestro hábitat tratando de confortarnos en él y de construir un relato de nuestro pasado en ese contexto físico. “Nos reconfortamos reviviendo recuerdos de protección”(1).
Los límites de los espacios
Para los párvulos adquiere especial dimensión el cielo de los recintos y hacen del piso un sexto plano muy relevante; es el soporte del gateo o de los juegos o lo convierten en un gran block de dibujo donde se explayan con libertad.
El orden produce pertinencia
Más allá de la funcionalidad, el orden apoya el sentido de que “yo este territorio lo conozco” y me da inspiración para poder diseñar mi propio movimiento y mi propio quehacer; soy el protagonista.
Las texturas y los aromas
Un factor importante en el apego son las texturas y que puede ser tan subjetivo como los olores; es que se perciben de tan distinta manera. Es interesante que los niños y las niñas puedan experimentar texturas diferentes y debemos ofrecerles verdaderos laboratorios del sentir.
La luz y la sombra
Entremezclando transparencias, semi-opacidades y áreas plenamente opacas, se pueden lograr espacios sobresalientes. La sombra posee, según Loris Malaguzzi (2), una inmensa carga poética; es de aquellos recuerdos que nos acompañan siempre. No hay niña o niño que no haya jugado con su propia sombra, constatando la magia que su dinamismo produce.
El dinamismo
“No hay estilos; un espacio relacional es un tejido ambiental repleto de información. Sin reglas formales: no es la representación de una escuela, sino un conjunto de muchas identidades diferentes con un sabor global reconocible, en sintonía con un proyecto de valores, de referencias que guíe cada elección y búsqueda. En este espacio la calidad estética depende, también, de la calidad de las conexiones” (3).
Es tiempo de pensar, más allá de las comodidades del aula, en un “espacio transformable, dúctil, capaz de permitir diferentes maneras de habitarlo y usarlo en el transcurso de la jornada o con el paso del tiempo. Pero también es un espacio que permite ser personalizado, dulce, disponible para recibir una huella: proyectar una escuela es comparable a escribir un argumento para una película, mientras que el guión lo escribe quien vive la escuela y construye diariamente su identidad. Entonces el espacio, como un organismo, debe ser capaz de cambiar, evolucionar según el proyecto cultural de quien lo vive” (4).
La segunda piel
La Segunda Piel, como la denominan los pensadores Reggianos, está compuesta por un conjunto de objetos, en general bidimensionales, ubicados en los muros y estos son fuente de apego.
“Menos es Más”, podría ser la premisa para crear esa Segunda Piel; ir cambiando los tapices de ésta e introducir el concepto de verdaderas exposiciones itinerantes, en las cuales se privilegie la creación propia de los niños y niñas.
La presencia del arte en el jardín infantil se va a posicionar sólidamente como un hito en el imaginario de niñas y niños. La Neuroestética se ha dedicado a investigar cómo el cerebro humano construye la belleza. En este sentido, la doctora Celia Andreu-Sánchez, de la Universidad Autónoma de Barcelona, dice: “La construcción y percepción de la belleza debe tener muy en cuenta todos estos descubrimientos de la fisiología del ser humano. Conocemos cada vez más el comportamiento del cerebro en procesos de recepción y creación artística, por ello, es imprescindible empezar a dirigir el estudio de nuestra mirada creadora hacia las conexiones cerebrales del individuo” (5).
La naturaleza y la magia de las ciencias
“Relacionarse con la naturaleza, el árbol, el río, los animales, son aspectos connaturales al ser humano y en la medida que se faciliten y amplíen estos vínculos al medio en el cual crecemos, más posibilidades existen de que sus beneficios se extiendan a los años que siguen” (6).
Todas y todos requerimos establecer lugaridad y en este caso, lo importante es mirar con detención el espacio que están habitando niñas y niños, en sus jardines infantiles y de qué modo podemos intervenir su lugar para que se acerque lo más posible a un espacio contenedor de felicidad.